JOYERÍA
Celia Gayo Escribano
Todas las joyas que salen de mi taller tienen un significado, un fin por el que han sido creadas. Son piezas que cuentan la historia concreta de quién viene a verme, surgidas a partir de una conversación.
Me muevo en un lujo silencioso muy poco común en el mundo de la joyería – tradicionalmente enfocada hacia el exterior, hacia lo que esa joya dice de quién la lleva-. Mis joyas, sin embargo, están volcadas hacia el interior y funcionan más como amuleto que como adorno. Tienen un significado personal, que solo quién la lleva conoce y ahí radica su valor, más que en el aspecto formal, en el sentimental.
Trabajo haciendo piezas únicas y habitualmente utilizo las propias joyas heredadas de mis clientes, que fundo y transformo en una nueva pieza que respeta ese pasado y le añade una capa más de historia. El proceso de taller es lo más importante de mis piezas, la llama de fuego va guiando el proceso. Y da lugar a formas muy orgánicas, muy vinculadas con la naturaleza.
Con mis joyas busco instantes, momentos en los que algo cambie y te hablen, haciendo que recuerdes por qué llevas esa pieza: un diamante pardo que pasa desapercibido pero muestra su brillo cuando le da el sol, un grabado en el canto de un anillo que se lee al mover la mano, gemas colocadas en el interior que se sienten frías, u oro fluido que va contando momentos al ir girando en el dedo.
Porque MIGAYO es una sensación, es sentirse protegida y entendida, es sentirse completa. Es saber que algo late dentro de esa pieza que llevas. Es amar antes que poseer.
Vivo entre Madrid y Mallorca, tengo 37 años y soy madre de dos niños. Soy arquitecta de formación, tras finalizar decidí estudiar joyería en la Escuela de Arte 3 de Madrid y quedé fascinada, en las clases de historia de la joyería, por la potente carga simbólica que guardan estos pequeños objetos que ya los neandertales utilizaban.